2019, la definición

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El año que hoy iniciamos, estimado lector, será, sin duda, el año de las definiciones en todos los aspectos de la vida pública nacional y, por qué no, en el ámbito personal de cada ciudadano. Y es que el cambio de régimen que se viene gestando desde hace varios meses ha traído como consecuencia la ruptura del actual establishment (orden establecido) para dar paso a una serie de cambios en el “modelo” en el que los mexicanos estábamos acostumbrados a convivir.

Independientemente de lo malo o bueno que representa este cambio, y de que nos mantiene enfrentados como sociedad desde hace varios meses, lo destacable es que para la mayoría de la población las cosas ya no podían seguir como iban desde hace poco más de 3 décadas: crecimiento económico raquítico, mayor pobreza en general, menos oportunidades de desarrollo para las nuevas generaciones, mayor violencia, pero, sobre todo, un desencanto social que motivó el triunfo de un candidato que hoy representa un “torbellino” de decisiones que han trastocado el sistema en que ya nos habíamos acostumbrado a vivir. Repito, no por habernos acostumbrado a él significó que era bueno o positivo para la población de un país en el que las diferencias sociales se fueron profundizando en los últimos años.

Si el año que recién terminó se caracterizó como el más violento, con bajo crecimiento y mayor corrupción, el que viene no será menos complicado; muchos son los factores que nublan el panorama para el país en varios de los órdenes de la vida nacional. Desde los pendientes domésticos que no han sido resueltos, económicos y sociales, hasta los conflictos mundiales que impiden el desarrollo de las naciones. El tema con Estados Unidos, principalmente el migratorio, amenaza con complicar la relación bilateral con México bajo una administración en la que también ha habido, de dos años a la fecha, un cambio en el orden establecido en el que vivían los estadunidenses. Sin duda, estamos en otra época de la humanidad. Hoy se gesta lo que verdaderamente caracterizará a gran parte del siglo XXI. Por ello seremos recordados.

Es muy difícil vaticinar a dónde nos llevará esta “sacudida” institucional y de varias de las “leyes no escritas” de la convivencia entre los mexicanos. Lo preocupante del momento es el nivel de polarización que hay en el país y que nos ha dividido como sociedad. La falta de unidad en nada nos ayuda a enfrentar los retos que “se nos vienen” este año que principiamos. Por ahí tendría que comenzar el nuevo gobierno, la nueva administración, si pretende mejorar el ánimo de millones de personas que mostraron su “desencanto” con lo que ocurre en el país desde hace tiempo. La unión en cualquier sociedad es fundamental para caminar todos –o la mayoría– hacia una misma meta, un objetivo común.

Es convencer en lugar de imponer; es el consenso en lugar del disenso. En ello radica lo más difícil del proceso. Por eso hay que unir en lugar de polarizar o dividir. Por ello es tan importante el liderazgo de un estadista. Eso es lo que nos falta en estos tiempos. Mirar más allá de 6 años de gobierno y procurar sentar las bases para un nuevo desarrollo, para una nueva sociedad, para un nuevo país.

Eso es, precisamente, lo que estará en juego este 2019. Que inicie el proceso que nos haga una mejor sociedad, una mejor nación. Proceso difícil, sí, pero no imposible.

¡Bienvenido!

 

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