Apostilla no solicitada 2019/02/27 | Excélsior

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27 de Febrero de 2019

Los artículos periodísticos tienen la ventaja de que exigen brevedad y concisión. Es imposible explayar las complejidades de un argumento en unos cuantos miles de caracteres. No es excusa, acepto que cometo errores o que aventuro interpretaciones de las cuales no puedo ofrecer evidencias, son los gajes de este oficio. Hoy, por fortuna, lo que se publica queda en el registro físico y también en el ciberespacio, eso incluye las respuestas de los lectores interesados en el tema, el coloquio entre escribidor y lectores ya no es metáfora.

Aprovecho esta entrega para esclarecer puntos y fijar mi postura.

En primer lugar, es evidente que veo con simpatía ciertos puntos de la Reforma Educativa, pero no la percibo como la perfección ni la solución definitiva a los problemas del sistema educativo mexicano, que son de larga data. En muchas piezas de 2013 a 2018 critiqué lo que no me parecía correcto. Sigo pensando que fue un error del gobierno de Enrique Peña Nieto poner tanto énfasis en la evaluación (que, dicho sea de paso, incluye más puntos del Estado evaluador que del proyecto neoliberal) y no en la oferta de profesionalización del magisterio. Empero, entiendo que para “recuperar la rectoría de la educación” el gobierno tenía que echar mano de instrumentos políticos constreñidos por el tiempo mexicano (el sexenio).

En segundo lugar, no obstante que es difícil en grado sumo, trato de no generalizar. No veo al cuerpo de docentes como un todo homogéneo. Me consta que hay muchos buenos y dedicados, que realizan su labor con dignidad y esmero aun en las peores condiciones, estoy convencido de que son la mayoría. Pero en el otro extremo se encuentran los líderes sindicales que, con excepciones por supuesto, instituyeron camarillas y viven del presupuesto. Entre esos polos hay una gama amplia de maestros: quienes cumplen el horario y siguen las normas, quienes holgazanean y hacen como que trabajan, quienes defienden su territorio con verborrea, pero sin solidez en su labor. Entre estos grupos se encuentran quienes compraron o heredaron su plaza. Lo cual habla de su pobre ética laboral, aunque reconozco que algunos tuvieron que hacerlo porque eran las reglas del juego y no tenían otra opción si querían ejercer la docencia.

En tercer lugar, el foco de mi crítica es el neocorporativismo sindical, sus corrientes e intereses que considero ilegítimos. Estoy convencido de que la educación les interesa poco a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, a los fieles de Elba Esther Gordillo y a la camarilla que encabeza Alfonso Cepeda Salas. Sus afanes son diáfanos: controlar la trayectoria profesional de los maestros, administrar el presupuesto y obtener rentas del erario. Por ello prefiero que el poder del Estado prime en las relaciones gobierno-sindicato.

En cuarto lugar, presidentes, secretarios de Educación Pública, gobernadores, burocracia y legisladores también son blanco de mis tiros, les he dedicado libros y artículos académicos además de piezas en el periódico.

En quinto lugar, en cinco entregas de fin del año pasado y comienzos del presente, expresé mi conformidad con puntos de la iniciativa del presidente López Obrador, aunque también mis desacuerdos, que son más. Mis escritos son mi modo de hacer política, no marcho por las calles ni firmo desplegados.

En sexto lugar, no presumo que los lectores que juzgan —a veces con acidez— mis opiniones sean chayoteros o lo hagan por consigna. Considero que tienen puntos de vista que defender y lo hacen. Claro, no me gusta cuando me insultan o en lugar de argumentos tratan de mofarse. Quizá si platicara con unos de mis corresponsales estaría en desacuerdo con ellos, no creo que los convencería, pero seguiría respetando sus puntos de vista.

En suma, qué bueno que haya debate en el blog de Excélsior y las redes. El texto del columnista ya no es unidireccional, hay la posibilidad de respuesta y eso, pienso, le baja los humos y le impide preconizar que su pensamiento sea el único válido.

RETAZOS

En mis libros y piezas académicas también discuto teoría y analizo a actores concretos. Y, sí, platico con muchos maestros, por eso me invitan a congresos de formadores de docentes.





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