Deleite sexual, don de dioses; Miguel León-Portilla

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CIUDAD DE MÉXICO.

La sexualidad y el erotismo, vueltos poema, se cantaban. El deleite sexual era concebido como uno de los dones de los dioses y se hablaba directamente de ello. Al clítoris se le llamaba “eminencia sagrada”, y al ciclo menstrual femenino, “sangre de la luna”. El deseo no era cosa sólo de jóvenes.

Así concebían los nahuas el acto amoroso, “las acciones de la carne”, y todos los sentimientos que éstas conllevan, según se evidencia en los cinco textos que integra Erótica náhuatl, el libro más reciente del historiador Miguel León-Portilla (1926), ilustrado por Joel Rendón.

Este es un libro-baúl que, al abrirse, desparrama hojas de texto plagadas de juegos carnales y vanidades cuidadosamente elegidas por Miguel”, comentó ayer el antropólogo Mario Humberto Ruz en la presentación de este volumen tras la inauguración de la Fiesta del Libro y la Rosa 2019 en la UNAM.

La sensualidad y, en particular, aquella relacionada con el erotismo, es una de las varias facetas del prisma cultural mesoamericano que quedaron eclipsadas, soterradas, tras la Conquista”, explicó el estudioso sobre el título que no ha podido comentar don Miguel, debido a que se encuentra hospitalizado.

Este volumen nos permite entrever el interior no de la Caja de Pandora, sino del Arcón de Afrodita o, mejor dicho, de sus contrapartes, Xochiquétzal y Tlazoltéotl. A la primera se le consideraba la divinidad del amor y las flores que lo evocan, y la segunda era tenida por diosa del placer sensual y la voluptuosidad”, afirmó.

El director del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM detalló que Xochiquétzal protegía a las mujeres embarazadas y a las parteras y Tlazoltéotl acogía bajo su patronazgo a “las alegradoras” (prostitutas) y a quienes tenían relaciones sexuales ilícitas, no relacionadas con la fecundidad.

A Tlazoltéotl se le llamaba ‘devoradora de inmundicias’, porque ante ella se contaban todas las acciones de la carne, por espantosas que fueran, por muy depravadas, nada se escondía ni por vergüenza. Se decía que ella provocaba las obras de la carne, las encendía, las fomentaba; que sólo ella aliviaba y purificaba el corazón”, agregó.

Este libro “original y gozoso”, coeditado por El Colegio Nacional y Artes de México, incluye La historia del Tohuenyo, El canto de las mujeres de Chalco, Las querellas del amor: canto de tórtolas, Nezahualcóyotl y las dos ancianas libidinosas y Afrodita y Tlazoltéotl.

Tohuenyo (advenedizo o forastero), contó Ruz, “era un huasteco que se puso a vender chiles en el mercado de Tula sin braguero, andando nomás desnudo, colgándole la cosa, metiéndole así el ansia a la hija del rey Huémac. Ella, tras contemplarlo, cayó enferma y no sanaría hasta que fue a ‘cohabitar’ con él; eso sí, previo baño y corte de pelo. La mujer sanó al momento”, aclaró.

Margarita de Orellana, editora de Artes de México, añadió que publicaron La historia del Tohuenyo en la revista homónima y que cuando llamaron a don Miguel León-Portilla para agradecerle les dijo que tenía más, y así nació el libro.

Nos compartió que la del Tohuenyo la leyó, en los años 50, cuando la acababa de traducir, en un congreso de la UNAM. Que causó un poco de escándalo entre las autoridades, porque en el encuentro sólo se hablaba de esta historia”, señaló.

Trabajamos con él varios meses y fue un placer. Estamos tristes porque el doctor no está bien, está en el hospital. Estamos esperando que salga para que lo presente en El Colegio Nacional”, indicó De Orellana.

Por su parte, Alejandro Cruz Atienza, director editorial de este organismo, destacó que don Miguel “está en el hospital, pero en sus momentos de conciencia no deja de pensar qué más hacer, qué otra cosa llevar a manos de la gente, compartir. Ese espíritu es algo invaluable, único, que tiene el doctor. Y esta serie de historias está llena de sorpresas para el lector contemporáneo”.

FRONTERAS

A pesar del desarrollo científico-técnico que tenemos, el libro y la escritura serán siempre la base de una transformación personal y comunitaria”, afirmó la antropóloga Lucina Jiménez al inaugurar ayer el coloquio Redes sociales de lectura, en el marco de la mencionada fiesta librera.

La directora del INBA habló de las diferentes experiencias que los ciudadanos tienen en estas materias. “La lectura y la escritura se van desarrollando en un nuevo ecosistema. Es híbrido, siguen existiendo las prácticas del libro impreso, pero hay otras categorías, se generan otras gramáticas. Ya nadie se mueve sólo en el lenguaje verbal, ni en el de imágenes o el escrito. Las fronteras se están perdiendo”.

Dijo que “hablar de escrituras y lecturas desde un punto de vista comunitario es algo fundamental, porque cada vez más los procesos colectivos están presentes en el ámbito de la creación. Y cuando se refieren a la memoria son experiencias y herramientas muy poderosas de identidad”.





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