El fin de la utopía 2019/05/02

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02 de Mayo de 2019

Venezuela está dividida. Por un lado, un modelo que emula a una dictadura militar con supuestos tintes socialistas, una carcajada para cualquier revolución. Una utopía en un país capitalista tropical.

Por el otro, un cómico presidente autoelecto, que se da la libertad de usurpar un puesto que no ha ganado, que no es democrático y, sobre todo, que no tiene nada de rebelde.

Maduro es, sin duda, la materialización de la cerrazón y de mantener a toda costa el statu quo de una revolución caricaturesca.

Guaidó es un revolucionario light, que sólo hace ruido y usa los medios para catapultar su “presidencia de cartón” y buscando el apoyo de los gobiernos contrarios a Maduro, entre ellos el de Washington (of course).

Enfrentamientos, supuestos golpes, ataques de ambas partes y un sinfín de declaraciones hacen dudar de lo que realmente sucede en Venezuela.

Por un lado, la nota de venezolanos comiendo basura, por el otro, los cines a reventar por el último estreno de Hollywood, ¿qué pasa realmente en Venezuela? ¿Existirá algún medio que objetivamente lo demuestre?

Al parecer no, los medios también han tomado partido y cada uno tiene a su héroe y al villano.

Venezolanos salen de su país, pero también vuelven. Hoy el país es una paradoja.

Ni Maduro ni Guaidó son la solución a la crisis venezolana. La respuesta debe ser la vía democrática, elecciones libres, partidos diversos, pero estamos muy lejos de eso. Venezuela es hoy como Cuba, como el México del PRI, donde la oposición es aplastada y minimizada.

Si Bolívar pudiera ser testigo del desastre que es hoy Venezuela, seguramente estaría muy decepcionado de cómo la patria que lo vio nacer hace más de 200 años se encuentra debatiendo entre una mala copia de Fidel Castro y Hugo Chávez, frente a un opositor tibio, mediocre y caricaturesco.

 

EL OTRO BUFÓN

Las elecciones presidenciales en Estados Unidos están cada vez más cerca y pueden resultar en el fracaso o la redención de Donald Trump.

La frontera con México, el bloqueo a Irán, el apoyo a Guaidó en Venezuela y un nuevo bloqueo a Cuba parecen ser sus cartas fuertes en su objetivo de preservar la Presidencia y su obsesión por someter a los enemigos de su circense objetivo de hacer a Estados Unidos grande de nuevo.

Migrantes, musulmanes, comunistas y cualquier otro enemigo sacado de propaganda de la Guerra Fría son los enemigos de sus sueños, por lo que hay que aplastarlos antes de que intenten destruir el estilo de vida estadunidense.

Con base en mentiras y exageraciones, Trump emprende una batalla en medios, a fin de hacerle saber al mundo que es un hombre rudo y fuerte que no teme en enfrentar a sus enemigos cara a cara, a fin de continuar en la oficina oval guiando el presente y futuro del país más poderoso del mundo.

Trump es un showman, por lo que no dudará en seguir dando espectáculo y jugando al perro bravo, cuando, en realidad, sólo es un poodle con sombrilla. Sus amenazas no se han materializado —afortunadamente— en los años que lleva en el poder en política exterior. El muro sigue siendo un proyecto; la intervención en Venezuela, un chiste; el bloqueo a Irán, una estrategia para congraciarse con Israel, y Cuba, una obsesión permanente.

Irán y las demás naciones agredidas deberán esperar a que llegue Joe Biden o Bernie Sanders a terminar con tanta estupidez.





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