El nuevo caso de edición genética

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Como siempre, la ciencia nos confronta con nuevas realidades.

Cuando pensamos que teníamos una respuesta razonable frente a los experimentos chinos relativos a la edición genética, con la finalidad de construir individuos resistentes al VIH, dejando en claro que carecen de sustento ético, ahora el Hospital Sant Jude, en la Unión Americana, nos muestra una serie de niños tratados con éxito que presentaban una grave enfermedad en la que no funciona el sistema de defensas del organismo. El padecimiento es tan grave que, para vivir, dichos menores deben permanecer en una burbuja libre de cualquier germen, porque el más inofensivo de ellos les puede causar la muerte. Fueron tratados con edición genética y curados sin efectos adversos aparentes hasta el momento.

Los tratamientos que se habían intentado en estos infantes eran, por ejemplo, el trasplante de médula ósea, que, por su naturaleza, está sujeto a múltiples posibles complicaciones, muchas de ellas mortales de necesidad, pero la enfermedad es tan grave que raramente los niños alcanzan cinco años de edad. El tratamiento genético se basa en la corrección del gen defectuoso, de tal forma que los infantes recuperan total o parcialmente su respuesta inmune.

Inmediatamente después del nacimiento los investigadores tomaron una muestra de la médula ósea del niño enfermo, la expusieron a la acción de un virus que portaba el gen corregido, hecho que provocó la integración del DNA correcto a esas células y le regresaron la médula tratada a los recién nacidos; desarrollando entonces un sistema de defensas prácticamente normal.

En virtud de que en otros ensayos clínicos se había observado la generación de algunas células malignas, se les administraron pequeñas dosis de fármacos de quimioterapia para evitarlo, con un aparente éxito rotundo. La diferencia fundamental con el experimento chino es que la enfermedad de la que hablamos ahora carece de cualquier forma de tratamiento o control, de tal forma que el trabajo de los inmunólogos del Sant Jude no presenta objeción ética alguna.

Aquí radica la diferencia fundamental con el experimento chino: en aquel caso, la infección por virus de inmunodeficiencia sí se puede controlar, de tal forma que no resultaba indispensable para la vida.

Ahora tenemos las mismas dudas en cuanto a las posibles complicaciones en el futuro de estos infantes, pero es, en términos prácticos, la única alternativa que les ofrece algún futuro. Urge que México inicie con protocolos de tanta relevancia que puedan realmente cambiar la vida de personas con enfermedades, hoy, incurables. Esperemos que la nueva administración entienda la importancia de la ciencia.

 

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