El Oscar de Yalitza

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26 de Febrero de 2019

Su imagen queda ahí, en la Historia. Así, con mayúscula, porque desde hace tiempo, cuando mencionamos su nombre vienen consigo un sinfín de imágenes, de ideas. Ahora no sólo es actriz, es referente. No se llevó el Oscar, pero no necesitó subir al escenario a recibir la estatuilla para ser ganadora, porque hoy es símbolo de una sociedad que se ve representada. Su triunfo está ahí. Vestida en Dior, Gucci o con piezas textiles de su natal Oaxaca, Yalitza ya es figura icónica. De ella hablaremos por muchos años, decida o no dedicarse a la actuación. Su nombre aparecerá como pieza de este parteaguas provocado por Roma, primera cinta mexicana reconocida como Mejor Película en Lengua Extranjera; la historia que Alfonso Cuarón imaginó y acuñó con sus detalles, con la que rindió homenaje a las mujeres de su vida; la producción que hizo a Netflix enfrentarse a una industria recelosa del cambio inevitable; la película vuelta herramienta de movimientos sociales, más visibles que nunca. Yalitza es parte de eso, es eso. Sin embargo, su imagen nos ha llevado también a un espejo, a uno tristísimo desde el que nos vemos en nuestra triste y patética transparencia: México sigue siendo un país en el que la discriminación continúa moviendo todos los tentáculos, incluso los más invisibles de nuestra sociedad. Ella ha sido objeto de toda clase de mezquindades, ésas que nos destapan como una sociedad profundamente, como lo expresó el mismo Alfonso Cuarón. A Yalitza la han descalificado por “no ser actriz”, según otras actrices de la industria del cine y la TV nacional, como Lilia Aragón o Laura Zapata. Ha sido presa de insultos por su etnicidad, como lo reveló un video en el que aparece el actor Sergio Goyri. Yalitza ha provocado que más de una figura pública resbale y evidencie aquél, el dedo con el que se señala y discrimina. “Yo quiero una Yalitza en mi casa…”, dijo la cantante Yuri a un programa de espectáculos, en un intento por matizar declaraciones previas todavía peores. Un supuesto boicot al camino de Yalitza rumbo a la entrega del Ariel hizo que actrices como Ana de la Reguera, Ana Claudia Talancón y Karla Souza desmintieran la rivalidad y enojo que alguien, a través de un rumor, decidió soltar quién sabe con qué agenda o intenciones (son irrelevantes). Yalitza también nos representa en eso: ese lugar donde los mexicanos últimamente se reconocen tan dueños de algo, lo que sea: la envidia. Ésa que nos revela como una sociedad a la que le cuesta, ya no digamos celebrar, si no al menos, aceptar el éxito ajeno. Y como subproducto de esa frustración, la exacerbación del prejuicio y el menosprecio como único acto de “autoestima” restante. Ellos son los personajes públicos: los anónimos en redes, también sobran. A Yalitza, incluso, se atreven a juzgarla por su físico, como si la maravilla de la diversidad no estuviera justo en las infinitas posibilidades de la belleza. Y por cierto: habría que recordar a todos los mexicanos que somos, en nuestra totalidad, producto del mestizaje. Quien lo piense distinto solamente está exhibiendo su adicional y lamentable ignorancia.

Yalitza es ese nombre que la tarde del domingo se escuchó fuerte, muy fuerte, en la explanada del Monumento a la Revolución, durante el #RomaFest, que tuve la oportunidad de conducir junto con Mardonio Carballo, gracias a la invitación del propio Alfonso Cuarón y de Emilio Lezama, la cabeza de todo el crew de comunicación de Roma en nuestro país. Fue, además de un privilegio, profundamente revitalizante ver a tantas mexicanas y mexicanos, lo mismo bailando al ritmo de Las Luz y Fuerza, cantando con LEZ, Little Jesus y Sonido Gallo Negro, que celebrando la llegada de Yalitza a las grandes ligas del entretenimiento, pero más aún, aplaudiendo que, con ella, la causa de organizaciones que llevan muchos años trabajando por la igualdad y la dignidad que merecen todas las personas que laboran en los hogares mexicanos. Ahí estuvieron el Centro de Apoyo y Capacitación para Empleadas del Hogar, Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir, Fondo Semillas, Hogar justo Hogar, Pienza Sostenible y el Sindicato Nacional de Trabajadores del Hogar, cuya agenda ha encontrado el eco necesario para mantener su lucha que, saben todos, debe ir más allá del furor por Roma. Ya la SCJN se pronunció al respecto, ya el IMSS anunció que en abril inicia la filiación de trabajadoras del hogar para que accedan a todos sus servicios. Y eventos como el #RomaFest nos recuerdan, nos obligan, como lo expresó durante el evento Alexandra Haas (presidenta del Conapred), a garantizar esos derechos negados durante décadas, a brindar un reconocimiento que, a su vez, también sirva para desarmar la falsa, pero peligrosa retórica de la discriminación. Todo esto es lo que el personaje de Yalitza (más allá del personaje que encarna en Roma) ha movido en nuestra sociedad. La indígena mexicana que a partir de su inocencia ha retado a una sociedad a reconocerse, a evaluarse, a arrancar, de una vez por todas, varias de sus raíces más envenenadas.

Yalitza Aparicio, la que caminó feliz junto a su madre en la gran noche de Hollywood. Yalitza, ahora poseedora de ese Oscar que le otorga el imaginario colectivo y las ganas de justicia, no sólo por su trabajo en la cinta, sino también por toda la reflexión y autoevaluación de una sociedad que debe reconocer que su cambio y su transformación son impostergables. Martin Luther King tuvo una vez un sueño; Cuarón y Yalitza tuvieron otro: hacernos despertar a todos. Y ya lo están cumpliendo…

 





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