El viaje de Kafka al penal

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Enrique Guerrero, joven liberado luego de más de cinco años de cárcel, con su mamá, Blanca Avina. Foto: Karina Tejada

CIUDAD DE MÉXICO.

Enrique Guerrero Aviña pasó dos mil 45 días encarcelado en una celda de alta seguridad en el penal de Puente Grande, Jalisco. Tuvieron que pasar cinco años, siete meses y 11 días para demostrar su inocencia y poder ser liberado. También transcurrieron varios meses para que llegara a sus manos un libro de Franz Kafka, El Castillo, que le había obsequiado Jan Jarab, representante la Oficina en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH).

Fue, primero que nada, un honor que Jan Jarab, el Alto Comisionado, me obsequiara un texto que además habla sobre el absurdo y de los laberintos burocráticos y judiciales. Creo que el sistema penitenciario mexicano, en su afán de violar derechos humanos, de no garantizar el derecho a la lectura ni a la educación, le hizo un pequeño homenaje al libro”, comentó Enrique Guerrero, en entrevista.

Fue toda una batalla burocrática para que pudiera tener la novela en sus manos.

Hubo que meter escritos. El Alto Comisionado debió enviar otros oficios. Tuve que luchar para que no le quitaran la dedicatoria, porque siempre se las arrancan”, recordó.

La dedicatoria decía algo parecido: “Estimado Enrique, espero que este testimonio de mi compatriota te sirva y te apoye en estos tiempos difíciles”.

Jan Jarab, el Alto Comisionado, nació en República Checa, así que eligió a Franz Kafka, por ser un connacional y porque consideró que el relato de El Castillo se aproximaba a la realidad que vivía en ese momento Enrique Guerrero, acusado de secuestro en un penal de máxima seguridad.

Yo envié el libro a Enrique Guerrero, después de haberlo visitado en la cárcel. Es un libro bastante relevante para la situación frustrante en la cual estuvo. Franz Kafka nació como yo en República Checa, así que también representaba algo personal para mí”, dijo el Alto Comisionado de la ONU a Excélsior.

Este diario, el 18 de septiembre de 2016, dio a conocer la historia de Enrique Guerrero, un joven estudiante de filosofía de la UNAM, cuando llevaba mil 218 días preso sin una sentencia.

Este alumno era parte del 50% de reos federales sin una sentencia. En ese momento había en México casi 23 mil procesos judiciales por resolver.

Además de esos mil 218 días que Excélsior publicó  que Enrique llevaba en prisión, el también maestro de ajedrez debió pasar otros 827 días en una cárcel de máxima seguridad, demostrando su inocencia.

Continuó en Puente Grande hasta el 28 de diciembre de 2018, a pesar de los distintos medios de comunicación que abordaron su caso y de las recomendaciones hechas por un grupo de trabajo de la ONU al gobierno para que le otorgaran su libertad, pues se deliberó que Enrique “el 17 de mayo de 2013 fue detenido por la policía en circunstancias muy excepcionales y feroces, y se le tuvo incomunicado por unas 30 horas, (fue) sicológica y físicamente abusado”.

También Amnistía Internacional se pronunció en varias ocasiones sin éxito sobre la tortura que Enrique sufrió al ser detenido.

A Enrique Guerrero lo torturaron desde el primer momento en que unos policías federales vestidos de civiles, sin identificación, le echaron las manos encima, pero ni los médicos legistas ni la Comisión Nacional de Derechos Humanos en México lograron documentar estos hechos, el trabajo vinieron a hacerlo los peritos internacionales.

Durante más de 30 horas se enfrentó al horror, lo asfixiaron con una bolsa de plástico en la cabeza, lo golpearon con la mano abierta en la nuca —agresión conocida en el argot policiaco como chiricuazo—, le vendaron los ojos, colocaron una pistola en la frente y cortaron cartucho en varias ocasiones; le dislocaron el pulgar, lo desnudaron de la cintura hacia abajo, le tocaron los genitales y amenazaron con violarlo.

Intentaron matarme. Se documentó una tentativa de homicidio cuando me detuvieron, persecución extrajudicial, pero todavía no existe alguien responsable por estos hechos. No hay nada”, lamentó Enrique.

Mientras en una conferencia de prensa, Jan Jarab no sólo pidió que se resarciera el daño a este estudiante de la UNAM,  también exigió que la fabricación de delitos por parte de las autoridades fuera castigada y ya no quedara en la impunidad.

A falta de la justicia en México, en estos cinco años, siete meses y 11 días, Enrique Guerrero y su defensa tuvieron que demostrar jurídicamente su absoluta inocencia; las graves violaciones a sus derechos humanos (tortura, desaparición forzada, tentativa de ejecución extrajudicial) y la fabricación de pruebas.

México tiene que aprender que el camino para alcanzar los derechos humanos todavía es muy lejano y que la justicia es larguísima. Y  tan burocrática, como la narrada por Franz Kafka, en El Castillo”, concluyó.





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