¿Estás enojado?, ¡quéjate!

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“Ay de quien no escucha la voz del viejo”

Zuh Li

 

Mi querido viejo: no te imaginas las respuestas que he tenido en relación a mi editorial de la semana pasada, porque mis amigos viejos me escribieron diciendo lo que sentían, la tristeza por lo que está pasando en todo el país, la indignación por algunas decisiones que ha tomado el gobierno y la sensación de aislamiento y desvalimiento por las consecuencias que tienen y tendrán esas políticas para todos los mexicanos, en especial para nosotros los viejos.

Ya hemos hablado de las enormes deficiencias y los grandes huecos en la atención a nosotros los viejos que tiene el gobierno, tanto en la Secretaría de Salud como en la ahora llamada Secretaría del Bienestar, porque por mucho tiempo no se hizo ni se planeó nada para nosotros y apenas en el año 2010 fue creado el Instituto Nacional de Geriatría, que, aunque está encabezado por un extraordinario médico especializado en Geriatría y Gerontología, doctor Luis Miguel Gutiérrez Robledo, cuenta con un presupuesto muy bajo, que al comenzar el sexenio fue limitado aún más.

Y, además, una de las debilidades que tiene nuestro sistema en lo laboral es que podemos trabajar sin descanso por años, decenas de años, y al llegar a la jubilación se presentan problemas, porque los datos no están correctos, se extraviaron unos expedientes, cambió la oficina y los datos están en otro lado, por lo que sea, pero hay viejos que están esperando su jubilación por meses y años y eso no es bueno.

Y hay otros que ya desde un tiempo atrás están recibiendo, como adultos mayores, una cantidad mensual por parte del gobierno, ¡y ahora esa cantidad se redujo a la mitad sin que se diera ninguna explicación!; un amigo me dice: ¿a dónde debo acudir?, todos me dicen que espere, que es el inicio de la administración, que me van a llamar, y aquí estoy esperando sin esperanza.

Los viejos merecemos respeto, respeto que nace de los años en que, día con día, puntualmente, acudimos a nuestro trabajo, laboramos sin descanso, cumplimos cabalmente día tras día, año tras año, y ahora, al terminar la vida, cuando debemos estar tranquilos y recibir la recompensa de la nación por el trabajo realizado por tantos años, ¡nos sentimos abandonados, ignorados y olvidados! Y para más molestias, cuando en un afán de ahorrar dinero, las autoridades cancelaron el presupuesto para las miles de estancias infantiles en las que permanecen los niños mientras sus mamás van a trabajar, el secretario de Hacienda, totalmente insensible a lo que somos y a lo que representamos en la sociedad, nos ordena que, como se cierran las estancias infantiles ¡nosotros nos encarguemos de los bebés, los cuidemos, les demos de comer y les cambiemos pañales! Esto es el colmo del abuso y la evidencia de las ocurrencias que tenemos que padecer, cuando deberíamos disfrutar de nuestros años viejos.

¿Y qué les he contestado a mis viejos amigos que se quejan?, ¡que no se queden callados!, que la voz de los viejos es importante, que no nos pueden ignorar como si fuéramos zapatos viejos, que no nos pueden hacer a un lado como si no fuéramos parte de esta sociedad.

En este país hay carencias, sí, siempre las ha habido, pero nosotros, los que, desde nuestra primera juventud, hemos trabajado limpia y honradamente, merecemos el reconocimiento no sólo de palabra, sino de obra, y que el gobierno cumpla sus obligaciones con miles y miles de viejos que estamos aquí.

¿Estás enojado, querido viejo?, ¡quéjate!, haz llegar tu inconformidad a las autoridades, que no te ignoren, que sepan que estás aquí y mereces respeto y cumplimiento de tus derechos.  Todos los viejos merecemos atención, protección y respeto, si hoy necesitamos exigirlo vale la pena que alcemos la voz.

 

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