La pirotecnia de Guaidó 2019/05/07

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07 de Mayo de 2019

En toda la lucha por restaurar la democracia en Venezuela nunca habían carecido de tan poco sentido las heridas infligidas a una persona o la pérdida de la vida misma en el activismo por derrocar al régimen del usurpador Nicolás Maduro, como las cinco muertes y las más de doscientas personas convalecientes que —según cálculos de organismos internacionales— arrojó la fallida Operación Libertad, convocada hace unos cuantos días por el presidente interino Juan Guaidó.

En la madrugada del 30 de abril, el mandatario en funciones tomó por asalto las redes sociales con un discurso de fuerza que infló a su máxima expresión la expectativa del fin del régimen de Maduro. En el video, rodeado por militares y acompañado del líder opositor Leopoldo López, habló de hacer valer el marco constitucional, de recuperar la soberanía nacional, de que las fuerzas armadas respondieron de manera valiente a ese compromiso y finalmente se unían con el movimiento democrático en las calles de Venezuela. Asimismo, ordenó a los “comités” a activarse en el marco de la Operación Libertad, anunció el cese definitivo de la usurpación chavista y volvió a dejar en claro que el ejército ahora guardaba incondicionalidad al pueblo venezolano, en vez de a la cúpula autoritaria.

Las palabras de Guaidó despertaron el entusiasmo, que desbordó en manifestaciones frente a las representaciones diplomáticas de Venezuela alrededor del mundo, al hacer pensar que, además de la movilización ciudadana requerida en este tipo de movimientos sociales, se había terminado de cocinar el factor indispensable para dar por terminada la usurpación de Nicolás Maduro al frente del gobierno: la rendición de la élite militar o la fragmentación de una parte significativa de la misma a favor de la transición.

Sin embargo, la evolución de los acontecimientos dejó ver en forma por demás penosa, que todo derivó en un simple acto de pirotecnia política. No hubo toma de calles por amplias multitudes ciudadanas ni activación extendida de comités, como tampoco rendición de un número importante de mandos y tropas militares que forzaran la salida de Nicolás Maduro del poder. A pesar del control de daños realizado, quedan interrogantes sobre las aptitudes en el liderazgo político de Juan Guaidó para llevar la restauración de la democracia venezolana a buen puerto.

Primero, porque el fracaso de la acción prematura asumida el 30 de abril seguramente alineó de nuevo los incentivos al interior de la cúpula usurpadora. Nicolás Maduro ha tenido tiempo para reasumir el control sobre los tomadores de decisión, depurar o restringir la influencia de traidores a su causa, distribuir beneficios a la élite por mínimos que estos sean, renovar el respaldo de sus gobiernos aliados en la arena internacional, así como —más grave aún— refrendar hacia el sistema político y la sociedad en general que aún goza de respaldo suficiente en la élite militar para sostenerse al frente de la usurpación.

Segundo, porque la malograda Operación Libertad dificultará la cooperación de posibles detractores del régimen chavista con Juan Guaidó, quien ha asumido un alto costo político a su credibilidad personal al ser percibido como poco efectivo en traducir negociaciones de alto riesgo en hechos críticos de éxito. Además, el argumento no desmentido de una posible invasión de fuerzas armadas estadunidenses, puede alimentar la desmotivación o el rechazo social hacia los dirigentes del movimiento democrático.

Urge a Juan Guaidó y la alianza que encabeza el mostrar que el movimiento democrático se encuentra unido en toda su extensión, así como encontrar argumentos persuasivos capaces de mantener los vientos favorables a la transición política. De otra manera, regresaremos muy rápido a la estabilidad de ese largo paréntesis político que sólo ha representado rezago, abuso y deterioro a la sociedad venezolana.





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