La Reforma Educativa, en la picota 2019/02/24

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24 de Febrero de 2019

Por Carlos Ornelas*

La Reforma Educativa, producto del Pacto por México y que trató de llevar a buen puerto el gobierno de Enrique Peña Nieto, fue sediciosa en el sentido lato de la palabra. Atacó prácticas antiéticas de miles de docentes que estaban acostumbrados a rentar y esperaban heredar o vender su plaza al momento de su jubilación.

Más serio aún, atentó contra el orden establecido donde las facciones del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación colonizaron el gobierno de la educación básica y controlaban el ingreso, la promoción y las recompensas a los maestros. Los líderes de esas facciones institucionalizaron reglas informales (ilegales e ilegítimas) funcionales a su dominación. Ése fue el propósito explícito de “recuperar la rectoría de la educación”; el implícito fue centralizar el poder.

Era tal el poder de esas facciones que los firmantes del pacto pensaron que no podían desmontarlo sin llegar a la cúspide del sistema normativo. Asunto que conllevó un costo político fuerte, ya que se embestía contra uno de los santuarios del neocorporativismo sindical. La reforma subvertía un sistema de padrinazgos, clientelas y caciques.

Y, como lo previó Maquiavelo, los afectados por el cambio se atrincheraron, respondieron, amenazaron, chantajearon y al final del sexenio (el flagelo del tiempo mexicano) alcanzaron su designio: el candidato Andrés Manuel López Obrador hizo suyos los reclamos de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación y del grupo de fieles de Elba Esther Gordillo.

El presidente López Obrador ganó votos, pero obtuvo más la CNTE. Tiene 40 diputados, una representación mayor al número de sus afiliados. La facción mayoritaria (que no dominante) en el SNTE, la que comanda Alfonso Cepeda Salas, mostró su oportunismo al criticar la reforma que apoyó hasta semanas antes de ser elevado líder del SNTE y al defender los del proyecto que envió el Presidente al Congreso.

Con la propuesta que elaboraron académicos e hicieron suya los partidos de oposición, parecía que se abriría un verdadero debate en el Congreso, que habría negociaciones, que la fracción VII (autonomía universitaria) regresaría al texto del artículo 3º y que habría esperanzas de mantener un instituto de evaluación autónomo y atributos de profesionalismo en el servicio docente.

Pero el mundo se mueve rápido y la conveniencia de políticos sin escrúpulos surgió de nuevo. El oportunismo exhala como cáncer de la clase política; aborrezco generalizar, pero hay cánceres que no pueden extirparse. Nueve diputados, entre ellos unos de mala fama ganada a pulso, desertaron del Partido de la Revolución Democrática —abandonaron un barco que se hunde— y se declararon facción independiente (Morena no aceptaría a algunos de ellos) y votarán por las propuestas del Presidente. Con esos votos logra mayoría calificada en la Cámara de Diputados. Podrá cambiar la Constitución.

Con esa suma, acaso la mayoría de Morena verá tentada a aprobar la propuesta del presidente López Obrador tal y como la envió. Quizá teman una reprimenda si le hacen modificaciones, como pasó con su iniciativa de la Guardia Nacional.

La Reforma Educativa de 2013 está en la picota; sólo quedan las facciones parlamentarias de oposición en el Senado para negociar cambios y rescatar la autonomía del INEE (que no le gusta al Presidente) y salvaguardar la ética y el profesionalismo del magisterio, al menos en el cuerpo de la ley.

El país y el gobierno perderán si el Congreso aprueba la contrarreforma de la CNTE.

RETAZOS

Febrero ha sido un mes de pérdidas para la investigación educativa. Primero se nos fue Eduardo Weiss. En esta semana que terminó nos abandonaron Corina Schmelkes del Valle y María Bertely Busquets, dos brillantes colegas. Dejan herencia intelectual perdurable. ¡Descansen en paz!

 

           *Académico de la Universidad

           Autónoma Metropolitana





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