La sexta extinción 2019/05/09 | Excélsior

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09 de Mayo de 2019

El incendio de la Catedral de Notre Dame, en París, Francia, puso de relieve la solidaridad de la sociedad civil para reaccionar frente a la devastación de uno de los monumentos más emblemáticos de la humanidad.

En pocas horas se consiguieron donaciones de millones de euros para la reconstrucción de una de las catedrales más apreciadas del mundo. Sería maravilloso conseguir la misma colaboración para los países africanos, la recién golpeada Sri Lanka, Siria, Afganistán, Irak o nuestro hábitat global. Lamentablemente, no es así. No es tan taquillero y no nos enamora como París.

En nuestra infinita arrogancia, estamos llevando al borde de la extinción a más de un millón de especies animales y vegetales —considerando que hay, aproximadamente, ocho millones de especies—.

Durante el último siglo, nuestras actividades (tala, agricultura, caza, minería y pesca) devastaron el planeta más que en toda la historia de la humanidad. No hay informativo que no exponga las terribles imágenes de la vida acuática muriendo, asfixiada, por el plástico, la muerte de una colonia de pingüinos por la destrucción de los hielos, la fragilidad de las abejas y un sinfín de especies a las que destruimos sin sentido.

Un informe de Naciones Unidas, publicado esta semana, alerta que, si no cambiamos nuestros hábitos, podremos perder 40% de los anfibios, 33% de los mamíferos marinos y un tercio de los corales. No tenemos suficiente hábitat natural para asegurar la supervivencia de las especies a largo plazo.

Científicos de la UNAM aseguran que de 1970 a 2015 perdimos 70% de la población de animales silvestres (tortugas, peces, elefantes, jirafas, leones). ¡En tan sólo 45 años hemos perdido más animales que en los 10 mil años anteriores!

La caridad y la filantropía actuales están más relacionadas con intereses personales, experiencias propias y popularidad de las causas, que con las necesidades reales.

Los humanos nunca hemos aprendido que toda acción tiene una reacción o tal vez sólo lo ignoramos para no pensar en el daño que hacemos a nuestro medio ambiente. Por ejemplo, tiramos del coche una basura o una colilla de cigarro y lo vemos como algo normal, pero no nos detenemos a pensar en el otro, mucho menos en animales o plantas a los que consideramos adornos del planeta.

Esa colilla o papel pueden ser confundidos con comida por un ave, que a vez se alimentaba de alguna plaga o insecto y que sus desechos fertilizaban el suelo dando vida al planeta.

¿Alguna vez te has preguntado qué beneficio brinda el humano al planeta? Si pensamos a fondo, creo que, más que beneficio, somos una plaga que amenaza la continuidad de la vida en el planeta.

La humanidad es tan banal, que hemos acabado con cientos de especies por un cuerno, marfil, una aleta, un cascabel para un sinfín de creencias estúpidas y el poco respeto que sentimos por la vida de otras especies.

En pleno siglo XXI existe una patética y asquerosa práctica llamada cacería deportiva, también un espectáculo sangriento llamado “tauromaquia”, peleas de gallos, de perros y de toda clase de especies, que su sufrimiento se transforma en risas y diversión de la especie más inconsciente de la Tierra.

 

POST SCRIPTUM

Los vientos bélicos soplan en Oriente Medio. Donald Trump intensificó sus agresiones contra Irán, poniendo en el Golfo Pérsico a desfilar un portaaviones tras la amenaza iraní de cerrar el estrecho de Ormuz (por donde se transporta 20% del crudo mundial).

Un nuevo show trumpiano en la caótica relación con el pueblo persa. Estos movimientos no implican necesariamente una guerra, hay que recordar que los barcos de guerra de Estados Unidos realizan frecuentemente rutas estratégicas por las misiones que tienen en la región. La aparición del portaaviones es una nueva medida de presión y propaganda de terror contra los iraníes. La cobarde —pero efectiva— guerra sicológica.

 





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