Los aromas de los aromas

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19 de Enero de 2019

Ninguna flor tiene el perfume que iguale al de la flor

marchita que nos recuerda a la persona amada.
 

Anónimo

 

Mi querido viejo: platicando acerca de aromas con varios amigos, insistíamos en la conveniencia y necesidad de tener la mayor pulcritud para que nuestras ropas no tengan olores o aromas desagradables, como son los de restos de comida, sudor, y otros efluvios que emanan de todo ser humano, pero más tratándose de nosotros.

Y es que el olfato es el sentido cuyo deterioro percibimos menos, aunque no nos demos cuenta ya no percibimos los olores como años atrás; tal vez habrás notado, querido viejo, que le pones más sazón a la comida, o a veces comentas “Algo le falta a este ramo de flores, no huele a nada”; nuestro olfato, como la vista o el oído, puede deteriorarse con el tiempo, y no es mucho lo que se puede hacer, salvo jugar a percibir olores como los de las flores o de los vegetales, o tal vez los del gato o el perro que nos acompaña.

Una forma de percibir mejor los olores, sobre todo en la comida, es hacerlo lentamente; te he sugerido que comas bien, que comas despacio, que mastiques bien todos los bocados y que disfrutes los alimentos, tratando de encontrar olores y aromas que sean gratos.

Y por supuesto no tengo que recordarte que el aseo de la boca es fundamental para que, limpia la boca de los residuos de comida, puedas percibir mejor los olores y los aromas de las comidas.

Lo mismo sucede con la ropa y los perfumes; si te gusta usar lociones o perfumes, mejor que mejor, y así sentirás que tu cuerpo sigue siendo tan agradable como siempre.

Pero hay algo más, querido viejo, que quiero comentar contigo, lo llamo los aromas de los aromas; se trata de algo que ocurre en el centro del cerebro, aún difícil de explicar, que hace que al percibir un aroma lleguen a nuestra mente recuerdos asociados no sólo al aroma, sino a lo que ocurrió cuando por primera vez lo percibimos; y así, mi querido viejo, oler una azalea nos puede transportar a aquel viaje que hicimos cuando niños, y nos hace recordar cómo fue que conocimos esa flor; o nos hace recordar el perfume de la persona amada en aquel día que cambió nuestra vida y lo que vivimos entonces y después; a veces será algo tan común como el maravilloso olor del pan, que nos transportará a épocas y lugares de nuestra infancia; eso es lo que llamo los aromas de los aromas.

Porque los científicos pueden identificar la zona precisa del cerebro en donde se registran los aromas que suben por el fondo de la nariz, pero les es difícil hacer el “mapa” de por qué un aroma determinado suscita esos recuerdos, las más de las veces gratos, aunque no siempre, porque otros pueden estar asociados a sucesos tristes o desagradables.

Y que nadie te diga, cuando perciba el aroma del perfume que usas, que eres un “presumido”, o peor, que eres un “viejo verde” porque te perfumas; tenemos derecho a disfrutar plenamente con todos los sentidos, y el olfato es uno de ellos y es muy importante.

Disfruta de los aromas de los aromas, eso lo puedes hacer con los muebles de la casa, tal vez con una blusa o un vestido un poco viejo, con un libro, con la flor marchita escondida en un diario, con un vino, qué se yo; nuestro olfato siempre podrá ofrecernos recuerdos gratos que revivirán tiempos idos, y además nos permitirá tener hoy experiencias que más adelante recordaremos, y eso, querido viejo, también es vivir.

 

Facebook: bien y de buenas–Rafael Álvarez Cordero.

 





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