Mazda CX-9, tiene toda la actitud

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CIUDAD DE MÉXICO. Mazda no da tregua. Con la reciente incorporación de las aplicaciones Apple Car Play y Android Auto a su lista de opciones de equipamien­to, la marca japonesa incrementó las razones por las que elegir una CX-9 es una de las decisiones más inteligentes que pueden tomarse en el mercado mexicano cuando de comprar una camioneta de tres filas de asientos se trata.

Acompañada por el apellido Signature, esta camioneta presu­me líneas, materiales y acabados que incrementan su encanto, para redondear la larga lista de atributos con los que este vehículo había arri­bado al mercado mexicano.

 

 

Si bien nosotros ya la habíamos probado a finales del año pasado, cuando llegó al portafolio de pro­ductos de la firma de Hiroshima, con el equipamiento extra que le pusieron nos dieron ganas de volver a ponerle las manos encima, con la intención de evaluar si la propuesta se mantenía aún vigente.

Y es que a pesar de que práctica­mente todas las marcas importantes de volumen hoy tienen a un repre­sentante en este segmento, algunos de muy reciente incorporación, la CX-9 se mantiene fresca y vigente.

 

 

Parte del crédito le corresponde a su atrevido diseño, que en lugar de apostar por líneas cuadradas y gométricas como la mayoría de sus rivales, retoma la propuesta “kodo” (alma del movimiento) que da iden­tidad a toda la familia Mazda, a par­tir de una propuesta de diseño más orgánica y fluida.

Una enorme parrilla enmarca el logotipo de la firma nipona y es la responsable de hacerle saber a quienes se topan con una CX-9 que se trata de un vehículo de grandes dimensiones, pues de otra forma su diseño matiza las dimensiones de una camioneta de poco más de cinco metros de largo.

 

 

DIVERSIÓN GARANTIZADA

Sin embargo, la CX-9 no debe ser confundida con una simple cara bo­nita y la versión Signature no puede ser encasillada en el grupo de ve­hículos de lujo que buscan clientes que apuestan a las apariencias. Eso sería un error grave e imperdonable.

 

 

Los ingenieros japoneses de­ben ser reconocidos no sólo por la larga lista de atributos en diseño y equipamiento, por los materiales premium como la piel nappa, los in­sertos de aluminio y la madera Ro­sewood de la consola, que es posible sentir gracias a la delgada capa de pintura que la protege; complemen­tos ideales para ese vehículo con el que se va a una cena de etiqueta. Su merito más loable, desde nuestro punto de vista, radica en la mag­nifica posibilidad de conducir una eficiente y enorme camioneta que sabe moverse como pocas, como si lo que estuviera haciendo en cada curva fuera deslizarse cual surfer en Zicatela, Oaxaca.

El motor 2.5 litros de cuatro cilin­dros turbocargado, que la marca es­trenó en la CX-9, debe considerarse como una de las joyas más valiosas de Mazda, pues no sólo es brioso y respondón sino que, cuando las condiciones lo ameritan, también puede ser eficiente y ahorrador.

 

 

Salimos muy noche ya de la re­dacción del periódico Excélsior, aún con un par de pendientes en la agenda, mientras subían la camioneta nos dimos cuenta que una delgada línea de luces LED en­marcaba la parrillla, la experiencia nos subió el ánimo.

Así que apenas abrochamos el cinturón de seguridad y vinculamos el teléfono móvil, para reflejar el waze en la pantalla de ocho pul­gadas del sistema de infoentreteni­miento, buscamos el primer hueco para atacar el acelerador. En tiempo real sabíamos que el tránsito lento no sería un obstáculo más.

 

 

La reacción de las 310 libras-pie de torque no se hizo esperar, digni­ficando la puesta a punto del motor turbo, que es posible orientar hacia un manejo más deportivo, ajustando un botón de aluminio que se ubica junto a la palanca de velocidades y seduce con la palabra “sport”.

Ya encarrerados, los 250 caballos de fuerza nos permiten correr, como si lo que hubiera detrás de nosotros no fueran 2,017 litros de espacio de carga (con las dos filas abatidas).

 

 

La caja automática de seis velo­cidades se vuelve nuestra complice en la encomienda y conforme los kilómetros por recorrer se disuelve nos topamos con un par de curvas que ponen a prueba los nervios de acero que presumimos tener. Bastó con soltar el acelerador para equi­librar la camioneta y transferir algo de peso hacia atrás, pues el resto del trabajo lo hizo la tracción integral que nos hace sentir sobre rieles.

Llegamos veinte minutos antes de lo que la aplicación calculó. En parte gracias a que era de noche, a la respuesta del motor turbo, a la ayuda de la tracción integral y las asistencias electrónicas que nos permitieron ir un poco más allá de los límites para exprimir los cien ki­logramos, que gracias a la filosofía skyactiv, se redujeron del peso de este vehículo, toda vez que, gracias a ésta, se retocó carrocería, chasis, motor y transmisión, para buscar un desempeño excepcional sin castigar los rendimientos de combustible.

 

 

La evaluación de la CX-9 Signa­ture, libra por libra, nos da un resul­tado que refleja el buen momento por el que atraviesa Mazda, como una de las alernativas que, sin exigir los precios de las marcas premium o de las versiones más equipadas de las firmas de volumen, ofrece una de las mejores relaciones costo-be­neficio que se pueden encontrar en el mercado mexicano, eso sí, sin sacrificar nada de lo que ofrecen sus competidoras directas.

 

 





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