Meme, 50

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Conocí a Emmanuel del Real hace poco más de 30 años. Recuerdo perfectamente la primera vez que lo vi. Yo estaba con mi hermano en la zona de libros del Sanborns de Plaza Satélite, obviamente, viendo revistas de música. No comprábamos ni una sola de las ahí exhibidas, eran carísimas (o debería decir: no teníamos un solo peso), pero las leíamos de principio a fin: Sanborns, nuestra biblioteca personal. A veces nos conformábamos con ver las fotos de las bandas y grupos nuevos. Podía ver una fotografía por horas e imaginarme el tipo de música que tocaba ese grupo desconocido. Estaba ensimismado en un reportaje cuando escuché que mi hermano saludaba a alguien con mucha sorpresa. Levanté la vista y era José Luis Bravo, El Chepepo, un amigo de Quique de la primaria. Hacía años que no se veían. Conversaron un buen rato, poniéndose al día. José Luis venía con un amigo muy alto y flaco, que resultó ser Meme. Los dos estaban vestidos de manera muy especial, con suéteres holgados, y con el mismo corte de pelo: lacio, largo hasta un corte brusco en la nuca. No distaban mucho de las fotos de grupos new wave y post punk que estaba viendo en las revistas.

Tiempo después debo de haberlo visto en el Tutti Frutti. Muchos de sus amigos, que luego se convertirían en los míos, también nos veíamos ahí. Nunca olvidaré al Negro Hipólito cantando a voz en cuello canciones de The Smiths. Claro, El Negro es así, para afuera, lo contrario del Meme, que es una persona tímida, o al menos lo era mucho en aquella época. Aun siendo tan alto como es, se escondía para no ser el centro de atención. En el Tutti nos reuníamos los amantes de la música post punk, que ponía en vinil el Danny, un punk belga que entonces era pareja de Brisa, la hija de Carmela y Rafael, dueños del Apache 14, donde estaba el Tutti de manera clandestina. Ahí vimos a los Caifanes, a la Maldita Vecindad y a Bon y los enemigos del Silencio.

Quique, Rubén y yo ya habíamos formado Café Tacvba, en los teclados nos acompañaba Beto Silva, quien estaba más interesado en seguir una carrera de diseñador de moda que en la música. Aun así, los cuatro tocamos varias veces: fiestas en casas de amigos. La más especial fue aquella vez en la casa de mis papás, cuando ellos se fueron de viaje. La fiesta era de esas que organizas unas horas antes de que caiga la noche, invitando a todos los que puedas. El Negro Hipólito ya era muy amigo de nosotros, y toda “su banda” cayó en mi casa: el Meme, el Micro y sus hermanas: Alejandra y Mónica Esparza Oteo, los cuates Romero, el Chepepo. Ahí estaban el Sam y el Pájaro, que ya no están con nosotros, al menos no en este plano, pero siempre aquí en el corazón. La fiesta tampoco era la gran fiesta, el mayor atractivo fue que cada quien trajo chelas, tequilas y Bacardí pa’ las cubas. Y, claro, poner música que nos gustara.

Ya muy tarde, Rubén me preguntó: ¿y si tocamos? En realidad era muy sencillo hacerlo, pues los instrumentos estaban en el cuarto donde dormíamos Quique y yo. Una guitarra acústica, un tololoche, un piano Casio con la melódica y la caja de ritmos Yamaha RX17. Meme nos vio tocar ahí y una semana después sus amigos nos vinieron con el chisme: Emmanuel se aprendió las canciones nada más de oírlas y las tocaba en el piano eléctrico que tenía en su casa. Lo invitamos a formar parte de la banda y en nuestra primera presentación oficial en el Hijo del Cuervo ya estaba con nosotros. Iniciamos este viaje juntos. Lo demás ya es historia.

Hoy, Emmanuel del Real cumple 50 primaveras, y en su caso sí aplica, pues estamos entrando en una nueva estación. Más que un compañero de grupo, más que un amigo, se ha convertido en un hermano. Admiro su inmenso talento y su gran corazón. Espero que cumplas muchísimos más y nos sigas brindando grandes canciones.

¡Feliz cumpleaños, Meme!

 

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