Oscar Benassini – La televisión en vacaciones

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03 de Enero de 2019

 

 

Indudable, vivimos el ocaso de la televisión abierta, a merced de como está y de las plataformas que ofrecen series y películas a granel, y que nos eximen de padecer la pésima calidad de cualquier contenido, comprado o producido por las televisoras, así como las larguísimas pausas comerciales de los canales cuya señal puede recibirse sin costo, y que, paradójicamente, deben incluir cada vez mayor publicidad para poder financiar la exhibición gratuita de su programación. Algunos televidentes nos hemos ido replegando, achicados hasta limitarnos a los noticieros y el futbol, obligándonos a padecer el más que lamentable castellano de los narradores de juegos, quienes insisten en que “ofender” es antónimo de “defender”, cuando de futbol se trata, y de que los jugadores van al “vestuario” y no al “vestidor”.

Hoy, por ejemplo, los noticieros nos enteran de que los incrementos a los precios de las gasolinas no fueron “gasolinazos”, verdadero sacrilegio cuando hemos entrado de lleno a la transformación. El señor Urzúa, responsable nacional de las finanzas, nos dice que se trata de “inflación”, cosa claramente muy diferente. Seguro en el pasado los precios aumentaban por cualquier otra variable macroeconómica. “Ahí está el detalle”, homenajeaba yo, una vez más, a don Mario Moreno, un antes y después de la semántica mexicana. El Presidente de la República, por si no bastara con la aclaración del señor Urzúa, explica que de ninguna manera aumentarán las gasolinas y que sólo costarán más sin aumentar de precio —en proporción directa de la inflación anual—. Por ejemplo, ilustra, la Cuarta Transformación estima una inflación anual de 3.5%, que multiplicado por el precio de las gasolinas nos da un incremento anual de 40 centavos. Ocioso en mi vacación, hice la multiplicación, y el resultado no fue 40, sino 55. Afecto como soy al cálculo mental, seguro me equivoqué en más de 30 por ciento.

Y siguen las noticias. El Senado nos informa de la protesta de quienes sustituirán a los dos senadores (la senadora y el senador, dirán quienes siguen despreciando la gramática en nombre del feminismo), que asumen la responsabilidad por los fallecidos. Y dice el señor Batres: “No quisimos que también…”. Y pienso: “¿Tampoco quisimos…?”, habría de ser, además de lo correcto, una pertinente exhibición de buen castellano. Batres nos informa, además, que los nuevos senadores “tomarán protesta”. Mi desánimo no puede ser mayor, seguro como estoy de que no va a ser así, que a nadie conminarán a protestar, y que en vez de eso “rendirán” protesta.

Enseguida una pausa comercial. En un spot, venido también de la transformación (¿de dónde si no?), una madre mexicana anima a su hijo a que ingrese a la Guardia Nacional. Obediente como nunca nuestra juventud, el muchacho acude a los trámites correspondientes, decisión que el anuncio alaba. “A éste ninguna le cabe”, habrán de decir quienes leen, parafraseando a nuestro exprimer mandatario, pero yo pienso que no puede haber ninguna madre mexicana que quiera que sus hijos corran semejante suerte. La maternidad al estilo nacional, alcahueta, protectora como ninguna, jamás llevaría a nuestras madrecitas a sugerir a su descendencia semejante destino. Veintiocho mil muertes en este año, 90% de ellas en la lucha contra el (mal) llamado “crimen organizado”, resultan elocuentes para ilustrar la perversidad de la convocatoria, misma que, tras el spot, nos es explicada por el secretario de Marina: puras ventajas, capacitación y superación para los futuros guardias. Ahí está el mensaje de Churchill a su pueblo tras la declaratoria de guerra a la Alemania nazi: “Os ofrezco sangre, sudor y lágrimas”. Nada de eso aquí. Capacitación y superación son las promesas para quienes habrán de ser carne de cañón del narcocrimen.

Hasta ahí llegué. Renuncio a la televisión. Dicen mis hijos que soy cascarrabias, que nada me parece, y que si de verdad estoy dispuesto al berrinche cotidiano durante seis años.

Twitter: @obenassinif

 





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