Pemex y la eficiencia 2019/03/20

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20 de Marzo de 2019

Pemex vuelve a ser tema de conversación y se vuelve a poner en el centro de la discusión de la estrategia energética nacional. Sin embargo, el problema de Pemex persiste. Pemex es para México y para el gobierno, como ya lo había sido, más un estandarte nacionalista que una empresa productiva. En los negocios, el pragmatismo es una condición sine qua non para el éxito; y los gobiernos, por definición, no son pragmáticos.

Pemex tuvo un monopolio durante muchísimos años, pero eso no garantizó su éxito como empresa. Piénselo bien, un monopolio incapaz de ser rentable. Primero, porque la política fiscal del gobierno extraía las utilidades petroleras, por lo que, a diferencia de una empresa normal, Pemex no reinvertía sus utilidades en los negocios más rentables ni en investigación y desarrollo, que es lo más importante para mantener la competitividad.

La segunda cuestión es que el capital humano de las empresas tiene que tener un balance entre costo y beneficio, pero el sindicato petrolero fue (y será) un instrumento político muy útil para el partido en el poder. Por lo tanto, Pemex generaba plazas para el sindicato que no requería, volviendo la nómina un pasivo en lugar de un activo para la empresa.

Adicionalmente, los beneficios concedidos al sindicato en sus contratos colectivos otorgan beneficios insólitos en la industria petrolera mundial, que contribuyen a los pasivos de Pemex.

Quizá lo más representativo, por elemental, de que Pemex no ha sido manejada como una empresa son sus principales ejecutivos. Pemex nunca ha tenido a un director general que provenga de una carrera en la industria petrolera… nunca.

Hace poco circulaba en las redes sociales un comparativo de cuánto ganaban los directores generales de la industria petrolera, comparado con el director general actual.

Y sí, el salario es un indicativo de las capacidades de un individuo en un mercado determinado, pero lo más triste era ver la nula experiencia del director general en comparación con su competencia. Y, para ser justos, esto no es exclusivo de este gobierno, la Dirección General de Pemex ha sido siempre un botín político y lo seguirá siendo mientras el gobierno controle a Pemex. Hay nombramientos que suben y bajan la cotización de empresas en la bolsa.

¿Entonces qué hacer si queremos que Pemex sea una empresa competitiva? Desde luego, el espacio es corto y esto requeriría de estudios más profundos, pero ahí le dejo algunas ideas iniciales.

Lo primero es que Pemex debe escoger los nichos en los que sea competitiva, no todos en los que está.

Segundo, se debe dar el mismo tratamiento fiscal a Pemex que al resto de sus competidores.

Tercero, se deben reestructurar las deudas y pasivos de Pemex para darle oxígeno y posibilidad de reinvertir.

Cuarto, se debe reducir la plantilla y renegociar los contratos colectivos a condiciones normales de operación.

Quinto, se le debe permitir asociarse con competidores, donde se puedan combinar ventajas competitivas caso por caso.

Sexta, se debe diluir la propiedad del gobierno mexicano, poniendo en el mercado las acciones de la empresa; así, las fuerzas del mercado la premiarán y castigarán provocando su mejora o su caída, como el resto de las empresas del mundo.

La eficiencia y la competitividad no se dan por decreto, se dan por muchas condiciones que dependen o no de las empresas y quienes las manejan.

Kodak inventó las fotografías digitales, pero alguien pensó que esa idea no tendría futuro y se llevó a una empresa icónica con uno de los canales de distribución más potentes del mundo. Si Kodak fuera una empresa del Estado mexicano, seguiríamos tratando de rescatarla.

Pemex juega en el capitalismo y tiene competidores, les guste o no. Si quiere ganar en el capitalismo, debe jugar bajo las mismas reglas y en las mismas circunstancias, porque, si no, el resultado será el mismo.





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