Preservación de la fertilidad

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Preservar la fertilidad de una persona siempre nos parece un objetivo noble y conectado a sus derechos más elementales, incluso mencionados en muchos documentos a lo largo y ancho del orbe.

Todas las personas deben ostentar el derecho de tener descendencia cuando así lo decidan, para lo que la ciencia médica ha desarrollado técnicas específicas, como el congelamiento de semen y óvulos.

A lo largo de la historia reciente han existido técnicas más complejas como la preservación de tejido obtenido directamente del ovario o el testículo, con diversas tasas de éxito, pero, en cualquier caso, el objetivo es el mismo.

Los tratamientos contra el cáncer, frecuentemente, afectan la fertilidad, ya sea por cirugías mutilantes, o debido al uso de algunos fármacos que presentan ese efecto colateral, y pensando en el incremento del cáncer en todas las edades, cada día aparecen más personas que van a ser sometidas a esos tratamientos, solicitando alguno de estos servicios.

Simultáneamente, el movimiento a favor de los derechos humanos (que por cierto parece ir contracorriente a las políticas de libre mercado) en el mundo occidental, tiende a proteger también la libre expresión de la sexualidad humana, siempre y cuando no se incluya a menores y sea de forma mutuamente consentida.

Este hecho ha facilitado la aparición de los movimientos sociales a favor de todas las variantes de sexualidad, al tiempo que la siquiatría moderna no considera patología o enfermedad a la homosexualidad. La consideran, hoy, variante normal de la conducta sexual humana.

En este contexto, entonces, aparece una nueva demanda en servicios de preservación de la fertilidad, es decir, los individuos que van a ser sometidos a cirugías de cambio de sexo que manifiestan el deseo de conservar su capacidad para tener descendencia.

Frente a este escenario no existen argumentos éticos para negarles esa posibilidad en vista de que cumplen con todas las normas de convivencia social pacífica y productiva.

Por supuesto, aparecen nuevos problemas como el simple hecho de que los gametos corresponden al género que el individuo quiso cambiar, y los procedimientos de reproducción podrían resultar traumáticos.

A un hombre transgénero quizá le resulte inaceptable un estudio de ultrasonido vaginal, que hoy es indispensable en reproducción asistida, o a una mujer transgénero solicitarle semen mediante masturbación.

Se requieren nuevos enfoques y sistemas de abordaje sicológicos para entender, caso por caso, las condiciones en las que se pueden otorgar servicios de reproducción asistida, pero, en principio, el congelamiento de gametos debe poderse ofrecer con libertad plena del individuo y contando con los mejores mecanismos de aseguramiento de la confidencialidad.

Nuestro país, el día de hoy, presenta atrasos importantes en todos los ámbitos del problema; seguimos sin una ley federal en reproducción asistida, carecemos de expediente electrónico universal, así como de mecanismos especiales para proteger la confidencialidad de la información médica.

Nos urge cambiar.

 

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