Triunfo de Netanyahu: más de lo mismo, pero peor 2019/04/13

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13 de Abril de 2019

Fue sufrido el proceso. Le exigió sin duda desplegar de manera intensa sus habilidades mercadotécnicas más afinadas que incluyen la invención de una amplia gama de acusaciones mentirosas y denigratorias contra sus rivales. Pero lo logró. Por quinta vez, Benjamin Netanyahu ha sido electo como primer ministro del Estado de Israel al haber conseguido su partido, el Likud, 36 bancas del Parlamento, contra 35 de su competidor más cercano, el Kajol Laban (Azul y Blanco), encabezado por el general Benny Gantz. Ese resultado le da la prerrogativa a Netanyahu de armar su gobierno en alianza con los pequeños partidos que serán sus socios naturales, todos ellos de derecha nacionalista extrema y/o ultra-religiosos.

Estas elecciones fueron para Netanyahu un asunto casi de vida o muerte. No sólo por su dificultad personal de desapegarse del poder que ha ejercido a lo largo de los últimos diez años, sino, sobre todo, debido a la guillotina que pende sobre su cabeza al estar a punto de ser juzgado por tres casos de corrupción, respecto, de los cuales, el fiscal general israelí consideró que existen suficientes evidencias como para proceder a enjuiciarlo. Ante ese escenario, estar de nuevo en posesión del bastón de mando nacional constituye para Netanyahu un blindaje capaz de bloquear las implicaciones judiciales de su caso y salvarlo de llegar a prisión. Más allá del destino personal del primer ministro, surge en estos momentos la pregunta de cuál será la naturaleza y directrices del nuevo gobierno que encabezará. Y la respuesta es relativamente sencilla. En la medida en que estará conformado por casi las mismas fuerzas políticas que gobernaron en la cadencia que termina, seguirán en curso las líneas esenciales de antes. Líneas que pueden resumirse de la siguiente manera.

1.-El manejo de la economía no se desviará. En el corto plazo continuará la estabilidad macroeconómica y el aceptable crecimiento del PIB, aunque seguirá ensanchándose la brecha económico-social. La muy limitada inclusión en la esfera de la productividad de considerables sectores de la población —judíos ultraortodoxos y árabes— tiene altas probabilidades de mantenerse más o menos en los mismos términos, por lo que las proyecciones para el mediano y largo plazo son negativas.

2.- En el tema de la seguridad, si bien Israel se ubica en una región especialmente convulsa e impredecible, puede contarse con que el país posee un aparato militar y de inteligencia que constituye un formidable escudo contra sus enemigos reales o potenciales. Tales estructuras seguirán vigentes con la misma calidad muy probablemente.

3.- En política exterior, Netanyahu ya mostró cuáles son sus preferencias. Los gobiernos populistas de derecha que tanto se han extendido, constituyen sus mejores colegas y colaboradores. Trump, Putin, Bolsonaro, Matteo Salvini, Viktor Orbán e, incluso, el excéntrico y sanguinario Duterte, de Filipinas, se hallan entre los mandatarios amigos del israelí, con filias y fobias de patrimonio común. Comparten visiones ultranacionalistas y xenófobas, lo mismo que posiciones poco o nada respetuosas de la separación de poderes que debe regir en las democracias. También, sostienen un cierto menosprecio de los derechos humanos como pilar de la salud pública, con acusaciones constantes a la prensa libre de “conspirar” contra los poderes establecidos. Las minorías y los migrantes son en este contexto, malqueridos y satanizados, calificados como elementos disruptivos de la nación pura y buena. De igual modo, la fuerte rivalidad israelí contra Irán, de la que participan los países árabes sunitas del Golfo, seguirá siendo un importante nexo de colaboración entre éstos e Israel.

4.- Finalmente, está la parálisis en la negociación entre Israel y los palestinos. El tema no ha avanzado un ápice en los últimos diez años, con lo que la fórmula de dos Estados para dos pueblos que fue aceptada por consenso durante mucho tiempo parece haber quedado relegada. Más aún cuando los sucesivos gobiernos de Netanyahu han extendido imparablemente los asentamientos judíos en Cisjordania, aprovechando en estos dos últimos años el visto bueno de Trump a tales empresas. Y como en el próximo gobierno israelí varios de los socios ultranacionalistas de Netanyahu son fervorosos creyentes de la necesidad de anexar Cisjordania a Israel —Netanyahu mismo hizo esa promesa faltando cinco días para las elecciones— el futuro que se puede vislumbrar para el Estado de Israel en esas condiciones es que la perpetuación de la ocupación tarde o temprano conducirá a Israel a desaparecer como Estado del pueblo judío o como democracia.





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