Un desarmador, la única asesoría de la autoridad

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Ante la violencia vivida en el hogar, hoy en día Amelia y sus hijas continúan recibiendo apoyo sicológico y siquiátrico.

CIUDAD DE MÉXICO.

Dormir con un desarmador bajo la almohada fue la única asesoría que recibió. Y ni siquiera tenía uno. Amelia vivía atenazada por el terror que la ira de su marido le provocaba. Y no era un pavor reciente ni era la única que lo padecía: sus tres hijas lo sufrieron con ella durante prácticamente 15 años. Pero, ¿a dónde acudir para refugiarse, dónde proteger a su familia si las golpizas, lejos de detenerse, eran cada vez más frecuentes?

La gota que derramó el vaso fue el día en que su hoy exmarido casi la acuchilló. La única forma que encontró para sobrevivir fue correr, huir de la vorágine de violencia, pero nunca había oído hablar de “redes de apoyo”, y cuando escuchó acerca de “instancias gubernamentales” sólo le sugirieron dormir con una herramienta punzocortante para evitar que las mataran. Sus esperanzas se hicieron añicos.

“Él me estaba golpeando muy fuerte. Tomó un cuchillo e intentó enterrármelo. Yo fui a una institución gubernamental, un año antes de entrar a un refugio. Y lo que me dijeron fue que me durmiera con un desarmador o un cuchillo y que si algo pasaba era defensa personal”, recordó la sobreviviente, quien pidió cambiar su identidad por seguridad propia y de sus hijas.

Amelia recuerda que su exmarido golpeaba con mayor intensidad a su hija adolescente. Y lo hacía, presa del coraje misógino, alentado porque la chica lo confrontaba cuando la llamaba “puta”. ¿La razón para recibir por parte de su padre ese adjetivo furioso e injusto? Pintarse el cabello. La situación se agravaba cada día.

El día que Amelia se fugó fue ayudada por su hermana, quien la llevó al DIF un día después del último ataque en que casi fue acuchillada.

El miedo de morir y dejar a sus hijas en manos de su depredador la impulsó para huir. Logró sobrevivir. Y sus hijas también.

Amelia y sus hijas forman parte de las más de 25 mil mujeres apoyadas por Espacio Mujeres para una Vida Digna Libre de Violencia.

En entrevista con Excélsior, afirmó que para salvar a una mujer víctima de la violencia no basta con que el gobierno otorgue recursos directamente a las afectadas, pues los refugios cuentan con atención integral y personal con perspectiva de género que no hallarían por cuenta propia.

“De haber recibido el dinero no habría sabido buscar ayuda, porque ni siquiera aceptaba ayuda de mi familia, yo creo que ya estaría muerta ahora”, respondió Amelia.

Hoy en día Amelia y sus hijas continúan recibiendo apoyo sicológico y siquiátrico. Considera que aunque ya no viven con miedo y cambiaron su domicilio, aún deben trabajar juntas con el apoyo de especialistas para sanar las heridas.





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