Ventaja 2019/02/19 | Excélsior

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19 de Febrero de 2019

La piedra angular del deporte es competir en igualdad de circunstancias. Pero…

En una situación compleja y delicada, mecida por las agitadas olas del tiempo; se tocan dos ideas en pugna, en rapidez y resistencia, con el propósito de que una de ellas prevalezca antes del XVII Campeonato Mundial de Atletismo que la IAAF va a organizar en Doha, Qatar, del 27 de septiembre al 6 de octubre.

La pugna se arrastra en silencio desde hace años, poco después de 2009, cuando la sudafricana Cáster Semenya ganó la medalla de oro en los 800 m planos durante el Mundial de Berlín. Y se agudizó cuando trascendió que sus niveles de testosterona son tres veces más altos que los de la mayoría de las mujeres. Ellas han protestado, pero no abiertamente.

El 15 de febrero del 2018, Semenya rechazó un proyecto de la IAAF con la intención de que todas las competidoras que rebasen los índices normales de testosterona no podrán competir en las pruebas de 800 y 1,500 m planos que se desarrollen en su esfera, excepto si los reducen por medicamentos, lo cual levantó polémica. En noviembre pasado, la IAAF anunció su nueva regla y el asunto ahora está en la decisión del Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS), la máxima autoridad en la esfera del deporte.

En octubre, la ONU envió a la IAAF una carta donde expresa que la regla es contraria a los derechos humanos. Este argumento esencialmente es el que esgrimen Semenya y sus abogados.

Sebastian Coe, excampeón olímpico, expresó ayer, a través de la prestigiosa AFP: “Las reglas que estamos introduciendo están para proteger el carácter sagrado de una competencia legal y abierta. El valor fundamental de la IAAF es la promoción de las chicas jóvenes y de las mujeres en el atletismo, es lo que queremos defender aquí”.

La decisión del TAS podría darse a conocer a fines de marzo.

Si el punto se ventilara bajo la platina del microscopio, ante los ojos de la ciencia, como debiera ser, y no ante los ojos de un tribunal, tal vez el deporte del atletismo debiera modificar su criterio: no impedir que se compita sino crear categorías especiales para mujeres con hiperandrogenismo.

Que no se excluya a Semenya, que se le permita competir en otra categoría. Es increíble que en pleno siglo XXI no se le conceda valor a la ciencia. Como si viviésemos en los tiempos en que la gente creía y afirmaba que la Tierra era plana.

Su ventaja no resulta evidente. Pero la posee. La testosterona le proporciona mayor vigor, resistencia, fuerza; un científico lo puede explicar mucho mejor. En boxeo y en lucha, primero fue por la evidencia y después por el conocimiento de la ciencia, que se establecieron las divisiones por peso. La fuerza es igual a la masa por la aceleración, lo expresó Newton. Y el golpe se registra en el impacto.

La presencia de Semenya en las pruebas de 800 y 1,500 m es, valga la analogía, como una lucha entre semicompleto contra un peso gallo. Y se le está permitiendo competir como se hizo con su compatriota Oscar Pistorius, quien empleaba muelles de fibra de carbono para correr. La ley cerró los ojos ante la ciencia. En aquella ocasión, el TAS, falible, fue cómplice de una aberración.

La ciencia nos puede explicar el cómo y el por qué la menor resistencia del aire permitió las hazañas de Bob Beamon, Jim Hines, Tommie SmithLee Evans. La ciencia nos ilustra por qué una persona con mayor cantidad de glóbulos rojos ensancha el umbral de la resistencia humana en competencias a nivel del mar. Estos beneficios son generales, no particulares.

No es cuestión de creer o no creer. ¿Una por todas, todas por una?





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