¿Crapchella?

0
555


Me decían Coachello. No me perdía un solo festival. Si no tocábamos ahí, buscaba amigos que me acompañaran. Al principio íbamos muchos. Se hacían grupos para compartir habitaciones de hotel y sufragar gastos, transporte, drogas. Se inventaban técnicas para meter tequila de contrabando, whisky y vodka.

Acaba de salir el cartel de Coachella de este año y ha recibido muchas críticas. Algunos lo ven como el peor cartel del festival. Crapchella, le dicen. Otros, para mi sorpresa, como el mejor hasta el momento. No sé. Antes ni siquiera me cuestionaba si el cartel era bueno o no porque siempre apelaba a mi gusto musical, y si se salía de éste era algo disfrutable, porque de esa manera conocía bandas y artistas nuevos de los cuales aún no había escuchado nada.

Lo que más me genera al ver un cartel nuevo del festival Coachella es nostalgia, ¿quién lo diría? Me viene una cantidad de recuerdos que mi vista se pierde en el horizonte (aunque donde estoy no es que exista un horizonte propiamente dicho, o sea, no estoy en el desierto).

No fue hace mucho que me aventaron unos cuernos rojos que se encendían con una luz interna. Me los puse y así disfruté a AC/DC, cuando aún traían a Brian Johnson de cantante, aunque ya no venía con ellos Malcolm Young, pues estaba enfermo. Salieron a tocar después de unos desangelados Tame Impala, que me fascinan en disco y en escenarios pequeños, pero en un evento masivo… no sé, ¿será que este año, que son cabeza de cartel, lograrán ser una banda como la que yo espero que sean?

Recuerdo que lloré cuando tocaron los Pixies. Fue hace muchos, muchos años. Era su regreso después de estar separados. Escuchar por primera vez en vivo Hey, Gigantic, Where Is My Mind y Monkey Gone to Heaven me pegó fuerte.

Cuando tocaron los Rage Against The Machine (otro regreso que logró engordar la billetera de los organizadores del Coachella) había más gente de la que el lugar podía permitir. Dicen que falsificaron boletos y, en vez de 60 mil personas, había 100 mil. Todos saltábamos al ritmo de Killing In The Name. Y si no saltabas, los cuerpos a tu alrededor te obligaban, de tan cerca que estaban de ti. Había muchos mexicanos que viajaron desde lugares lejanos o que sólo cruzaron la frontera desde Tijuana, Mexicali, San Luis Río Colorado. Antes de los Rage tocó Manu Chao. Una rola interminable que duró todo su set, el mismo sonsonete a distintas velocidades, pero
con una melodía encima con letras en distintos idiomas que, aunque sus detractores lo aborrezcan, son muy efectivas.

Ver a Cornelius, el músico japonés, tocar un set impecable, con cambios de ritmo ejecutados milimétricamente, como robotcitos, sin hacer la más mínima mueca o expresión facial. Fueron de los últimos shows en una carpa (cuando las carpas en Coachella eran pequeñas) y éramos pocos comparados con las hordas de gente de la tarde.

Ver a Grimes, con sólo un teclado en el escenario, manejando sus secuencias barrocas y cantando con un micrófono de cable que se colgaba en el cuello para poder maniobrar los controles, subirle al delay y grabar melodías cantadas. Aún no gritaba como ahora, ese grito poderoso que sale de ese cuerpo que parece tan delicado.

Ver a Pulp con Jarvis Cocker cantando como si estuviera en su casa, en una fiesta deleitando a sus amigos, corroborando esa frase que escuché una vez: “Rockstar es una persona que se siente bien en el escenario”.

Ver el cartel de este año me recuerda una letra de Blur, que también los vi aquí, de su canción Best Days: “Other people’d turn around and laugh at you, if you said that these are the best days of our lives”. Cada quien es libre de escoger los mejores tiempos de su vida, digo yo. Si para muchos el nuevo cartel es el mejor que ha existido nunca, ¡felicidades!, nomás aguas con las drogas que consuman, no se vayan a quedar pasoneados en el pasto y se pierdan a todas sus bandas favoritas.

 

Columnista: 
Imágen Portada: 
Imágen Principal: 
Send to NewsML Feed: 
0



Source link