Gente de blanco

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06 de Mayo de 2019

Paseo de la Reforma era un caudal. La gente se acercaba —vestida de blanco, como lo había hecho hace años— en un ambiente festivo, primero, y de interés, posteriormente. Las conversaciones, entre quienes hasta hace unos instantes eran extraños, convergían hacia los mismos puntos, en tono de preocupación: la cancelación del aeropuerto, el aumento en la inseguridad, las bajas perspectivas económicas. Los índices internacionales, la opinión de las calificadoras. La OCDE, el rol de Pemex en el proyecto nacional, y la visión sobre las energías renovables, entre muchos otros. Los errores visibles. Los errores que preocupan.

Los errores que preocupan, y que —a unos cuantos meses del inicio de la nueva administración— han sido suficientes para que la clase media saliera de su zona de confort y se decidiera, por primera vez en este sexenio, a tomar las calles. La protesta fue respetuosa y, más allá de unos cuantos —y aislados— “fuera AMLO”, la jornada se desarrolló alrededor del intercambio de ideas, y del acercamiento entre grupos cuya interacción, hasta entonces, no había rebasado la arena digital.

La marcha efervescía. La multitud se tornó en conjunto, que no en muchedumbre y, al llegar al Monumento a la Revolución, se desvaneció como se había formado, persona a persona, familia a familia. Sin autobuses, sin pases de lista, sin presiones de algún tipo: los restaurantes de la zona se llenaron de amigos que llegaron a la marcha juntos, y de muchos otros que ahí se conocieron. México vibró, con una fuerza y una pasión como no se vieron durante el periodo electoral: lo que hace un año no eran sino expectativas, hoy son realidades que rebasan lo que entonces se consideraba como los escenarios más descabellados.

Escenarios que han sido rebasados y que, sin embargo, no traen aparejada consigo —necesariamente— la nostalgia por el pasado. La marcha le pertenece a la gente que manifestó su inconformidad con la manera en la que los asuntos públicos se están manejando; la misma gente, en buena medida, que expresó su repudio al régimen anterior en la elección de julio pasado. La gente que, más allá de pueblo bueno y mafia en el poder, liberales y conservadores, chairos y fifís, expresa su preocupación por el rumbo que toma un país que le dio el poder —sin contrapesos— a un líder que hoy, en los hechos, se contradice cada día en sus conferencias mañaneras.

La gente que se manifestó el día de ayer no quiere el regreso del régimen anterior, ni mucho menos del que le antecedió. La crítica es leal, y no significa el anhelo por la vuelta de un gobierno marcado por la corrupción, o la de uno marcado por el baño de sangre: la crítica significa, nada más y nada menos, el reclamo de una sociedad a la que se le prometió el final de la corrupción, y que ahora contempla asignaciones directas por todos lados; una sociedad a la que se le prometió el fin de la violencia, y que ahora vive el periodo más sanguinario de la historia; una sociedad a la que se le prometió crecimiento, pero cuyo gobierno toma medidas que sabotean el potencial de la ciudadanía. Las calificadoras son corruptas, los organismos internacionales tienen coraje de que las cosas cambien: nosotros tenemos otras cifras. Otras cifras que no corresponden a la realidad, otras cifras que siembran incertidumbre y que, a menos de medio año de la administración con mayor respaldo popular en la historia moderna, llenaron —de nuevo— el Paseo de la Reforma de gente vestida de blanco.

Gente vestida de blanco, que no clamaba la vuelta del PAN o del PRI, sino el cumplimiento de las promesas que hizo, en campaña, quien ahora los descalifica. Las promesas de seguridad que compró un país que hoy se inflama, las promesas de crecimiento de un gobierno que se enfrenta con sus empresarios, las promesas de honestidad y eficiencia de quien no es capaz de ver los cerros que tiene enfrente, llámense Paula o gente de blanco. Gente de blanco que no es fifí, no quiere el regreso de los regímenes anteriores, y que el 1 de julio estuvo de acuerdo con el diagnóstico de Andrés Manuel: gente de blanco que tan sólo quiere lo mejor para México.

 





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