Querido Fernando, leí tu libro…

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Se requiere talento para elegir esa frase, la que antecede, como la cortesía del chef en los buenos restaurantes, a un libro. Un pequeño párrafo de Charles Dickens, en el que describe el viaje de la vida, embona de manera magistral con la puerta de entrada a este nuevo mundo. “Son las doce en punto”. Ésta es la primera oración. No dice: “Son las doce de la noche”, “son las doce menos cuarto” ni “eran las doce…”. No. “son las doce en punto”, así de puntual y concreto es Fernando en este relato que “construyó en su mente con la esperanza de poder expresar, sin cortapisas, su manera de ver el mundo” (segundo párrafo de la página 11) a través de esta gran novela  que Fernando Viveros Castañeda ha titulado como Candidez. Su imaginación se adelanta a abrir esas puertas que irá empujando  la tecnología. El personaje principal “imagina un futuro distinto al presente que ahora vive y está convencido de que es posible lograrlo”.

¿Cómo no desear seguir conociendo a semejante personaje? “Transita en un permanente vaivén entre la candidez y la desconfianza, entre querer quedarse y tener fatalmente que despedirse, usa el alarde como único remedio y vive con la ilusión de poder curarse de su pasado, envolviéndose en su bandera y arrojándose al vacío”.

Salvador Leal habita en un tiempo en el que el ritmo de la realidad se acelera vertiginosa y exponencialmente, a causa de la ciencia que pretende ir dinamitando todo tipo de esos muros que contienen la capacidad humana. Este relato es en sí mismo un recorrido profundo por esas preguntas existenciales que surgen ante la posibilidad de alargar nuestra existencia, un debate entre líneas sobre la evolución tecnológica, la ética y la conciencia.

“En silencio sabe que se ha perdido el invisible encanto de las manos libres, la cabeza erguida y la sonrisa con uno mismo”. Apocalíptica, al mismo tiempo que poética, esta hermosa frase con la que cierras tu segundo capítulo.

Dos etnias humanas: los naturales y los que han sido intervenidos por la ciencia.

Fernando, logras tu cometido, provocar ese vértigo ante la velocidad imposible de alcanzar en este mundo que co-habitamos. Me encanta esta novela tan apasionada, profunda, inteligente y reflexiva. Volvería a leerla.

 

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